LÓPEZ DEL CAMPO, Roberto.
El líder visto desde fuera, y sobre todo visto desde sus jugadores, debe tener una serie de competencias que vamos a analizar brevemente. La imagen externa de un entrenador dependerá en gran medida de este tipo de competencias. Si el líder tuviera que elegir entre perfeccionar las competencias intrapersonales o las interpersonales, con independencia de que ambas están íntimamente relacionadas, tendría que decantarse por estas últimas.
- “Salir al encuentro de sus jugadores”. El entrenador debe ser el que tome la iniciativa en la comunicación con sus jugadores. Tiene que transmitir la sensación de cercanía. Cada jugador tiene que verle como aquella persona que siempre está dispuesto a “poner su hombro para llorar”. Este gesto no debe confundirse como una pérdida de autoridad. Cercanía y autoridad no son incompatibles. El líder tiene que estar dispuesto a “bajar” al nivel de sus jugadores para cubrir todas sus necesidades. De esta forma, cada miembro del grupo se sentirá comprendido y estimado por su líder, aumentando así el vínculo de respeto y autoridad. Para poder adquirir esta competencia de “salir al encuentro” es imprescindible tener autoconfianza en uno mismo. No puedo salir al encuentro de los demás si primero no me he encontrado a mí mismo.
- Habilidad de comunicación. El entrenador debe dominar el arte del lenguaje. El poder de la comunicación tanto verbal como no verbal va a permitir al entrenador aplicar una serie de herramientas muy útiles para “llegar” a sus jugadores. La utilización de modelos como la Programación Neurolingüística son potentes herramientas de comunicación interpersonal. No obstante, debe existir una rigurosa coherencia entre el discurso del líder y las decisiones que toma. De lo contrario, el lenguaje estará vacío de contenido y los jugadores desconectarán cuando el entrenador realice su discurso, fijándose únicamente en los hechos y no en las palabras.
La comunicación debe fluir en ambas direcciones. Aunque el líder es el que tiene que tomar la iniciativa comunicativa, debe dejar espacio para que los jugadores expongan su punto de vista. Fomentar que todos los miembros del grupo expongan su punto de vista, lejos de perder autoridad la incrementan. Una autoridad desde el respeto, no desde el miedo. Este efecto solo es válido si posteriormente el líder tiene en cuenta las distintas opiniones expresadas por los miembros del grupo; de lo contrario los jugadores dejarán de intercambiar la información al no sentirse comprendido.
- Exigencia y sacrificio. El entrenador antes de exigir el máximo de sus jugadores tiene que comenzar por exigirse a sí mismo lo máximo. Es decir, debe predicar con el ejemplo. El líder corre el riesgo de sentirse en una situación privilegiada que le permita exigir sacrificio a los demás mientras él se mantiene cómodo en su rol. Esta situación genera frustración en sus jugadores, que irán pasando de la desmotivación progresiva a la rebeldía que desencadenará con el tiempo en simple desobediencia.
- Determinación. El líder es sin duda el miembro del grupo que más decisiones tiene que tomar. No le debe temblar el pulso a la hora de tomar una determinación. Los problemas no terminan desapareciendo por arte de magia. El entrenador tiene que tener el valor y coraje para tomar todas aquellas decisiones encaminadas a solucionar los múltiples problemas que vayan surgiendo, buscando siempre el beneficio del grupo en detrimento de posibles intereses personales – incluyendo sus propios intereses –.