Inteligencia artificial versus inteligencia humana

Quizá algún día veamos en los banquillos operarios manejando computadoras que prescriban lo que hay que hacer en base a la inteligencia artificial. De momento, lo que prima son entrenadores de carne y hueso que toman decisiones más o menos acertadas.

Cuando el dato es sólo accesible a un grupo reducido de equipos, la ventaja competitiva que puede aportar es mayor que si el acceso al dato de calidad está democratizado, como ocurre en LaLiga con Mediacoach. En entornos de acceso total e ilimitado del dato, las cosas se igual más y lo que da ventaja competitiva es la cantidad y calidad de los recursos que el club destine a tratar esos datos. Recursos tanto materiales como humanos.

No debemos olvidar que el dato, en la mayoría de los casos, mide de forma objetiva una serie de parámetros que supuestamente están relacionados con el rendimiento deportivo, tanto colectivo como individual. Sin entrar a los hipotéticos modelos que van más allá: predecir y prescribir (quizá, como ya se ha dicho, algún día los veamos en los banquillos), la mayoría de datos que se utilizan en el fútbol son descriptivos, que no es poco. Es decir, traducen a números lo que la tecnología observa. O lo que es lo mismo, solo miden lo observable. Pero tampoco nos entretendremos mucho en este tema.

Suponiendo que el proceso descriptivo del dato, con mayor o menor procesamiento, esté exento de errores. Es decir, que mida con exactitud lo que pretende medir. Los resultados que se obtienen serán siempre un medio para otros fines mayores, nunca un fin en sí mismo. En el caso de los datos post-partido uno de los fines fundamentales sería conocer los porqués. En el caso de los datos pre-partido, serían poder definir un buen Plan de Partido para maximizar las opciones de ganar. En el caso del dato en directo, uno de los fines más importantes sería mejorar las decisiones que permitan optimizar el rendimiento en competición e incrementar así las posibilidades de ganar.

Pero cambiemos por un momento el foco del dato y hablemos de uno de los grandes olvidados: el Plan de Entrenamiento o calidad de los entrenamientos.

Saber analizar, interpretar, priorizar y contextualizar el dato son capacidades deseables de un cuerpo técnico. Pero si no se sabe darle una aplicación práctica: diseñar un Plan de Entrenamiento y un Plan de Partido óptimos, probablemente todo el trabajo invertido sirva para poco.

Volvamos a hacer un ejercicio hipotético y demos por hecho que el dato nos ha permitido conocer las debilidades de mi equipo para poder trabajarlas, las fortalezas de mi equipo para poder reforzarlas, las debilidades de mi rival para poder atacarlas y las fortalezas de mi rival para poder neutralizarlas. Genial, ¡Ya tenemos mucho ganado! Pero, esto solo acaba de empezar. En el mejor de los casos es domingo, mañana comienza la semana de entrenamiento y se tiene que definir al menos la primera sesión de entrenamiento: ¿Qué entreno? ¿Por dónde empiezo? ¿Por la mejora de las debilidades propias que mejor vienen a mi rival? ¿Por el refuerzo de las fortalezas de mi equipo que más daño hagan a mi rival? ¿Por atacar las debilidades de mi rival que mejor vienen a mi estilo? ¿Por neutralizar las fortalezas de mi rival que peor nos vienen por nuestro estilo y características de jugadores? Y cuando lo tenga claro, si es que lo consigo, las tomas de decisiones siguen, ¿Qué tareas de entrenamiento concretas decido realizar para perfeccionar los principios técnicos-tácticos que finalmente he decidió trabajar?

Trabajar todo es materialmente imposible, no hay tiempo. Definir un Plan de Entrenamiento óptimo será clave para aumentar significativamente las probabilidades de conseguir un buen resultado . Y en todos estos procesos el recurso más importante, con independencia de que se cuente con herramientas tecnológicas que faciliten las tareas más mecánicas, es la materia gris de los integrantes del cuerpo técnico. En especial, la inteligencia del entrenador como líder y persona que debe tomar las últimas decisiones.

La definición de este Plan de Entrenamiento básicamente consistiría en la elección adecuada de las tareas de entrenamiento que permitan poner en práctica el Plan de Partido definido con la mayor eficacia y eficiencia posible. Pero de momento, seguimos únicamente en la fase de planificación del qué hacer y cómo hacerlo. Luego, hay que ejecutarlo y conseguir que los jugadores entrenen al máximo nivel, dándolo todo cada minuto de entrenamiento. Nada más y nada menos.

Para medir la calidad del entrenamiento sí que podemos volver a tirar de los datos. Pero estos van a volver a ofrecer una foto de lo que está pasando. El entrenador, si la foto no le gusta, deberá hacer algo para que esa foto cambie. Y en ese ¿qué hacer? es donde entran aspectos relacionados con la Metodología de Entrenamiento (calidad de los ejercicios seleccionados, calidad en la ejecución, calidad del feedback dado a los jugadores, capacidad de organización y gestión de los tiempos…) y con la Dirección de Equipos (liderazgo, capacidad de motivación, gestión del vestuario, poder de persuasión, inteligencia emocional…). Dos competencias nuevamente muy vinculadas a la inteligencia del entrenador. Competencias eminentemente humanas, muy complejas para sustituir o complementar con la inteligencia artificial.

En definitiva, no pongamos el foco tanto en el qué ha pasado o está pasando (proceso en el que los datos tienen mucho protagonismo) y valoremos más la capacidad de tomar decisiones que maximicen la posibilidad de que pase lo que queremos que pase (proceso en el que el mayor protagonismo está en la materia gris del entrenador).

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