En eventos internacionales como un Mundial de Fútbol, la ansiedad y estrés competitivo pueden alcanzar niveles máximos. Muchas selecciones nacionales tienen que cargar sobre sus espaldas con la presión de todo un país. Esto provoca que, en ocasiones, jugadores teóricamente muy superiores a otros no consigan imponer su calidad técnico-táctica sobre el terreno de juego.
A mediados de los años 80, surge la denominada Teoría de la Zona de Funcionamiento Óptimo de Hanin (1980). Esta teoría establece que los niveles de ansiedad que manifiesta el deportista a priori no son ni buenos ni malos de por sí. Serán las características personales de cada deportista las que favorecerán o perjudicarán al rendimiento deportivo. En el siguiente gráfico se puede ver el componente individual del nivel de ansiedad óptimo en función de los componentes individuales de tres deportistas tipo.
La teoría de Martens, Vealey y Burton (1990) establece que los deportistas con altos niveles de ansiedad perciben la competición como una amenaza más que como un reto. Estos autores diferencian dos tipos de ansiedad: ansiedad cognitiva y ansiedad somática.
Existe una relación inversamente proporcional entre ansiedad cognitiva y autoconfianza, de tal forma que la ausencia de autoconfianza genera ansiedad cognitiva y viceversa (Martens, Vealey, et al., 1990).
El modelo muestra un ciclo continuo que se inicia con la situación competitiva concreta. El deportista condicionado por los factores intrapersonales – en concreto del denominado como rasgo de ansiedad intrapersonal – percibe la situación como más o menos amenazante. Deportistas con altos niveles de autoconfianza no percibirán el contexto competitivo como amenazante; sin embargo, aquellos sujetos con bajos niveles de autoconfianza mostrarán niveles elevados de ansiedad que influirán negativamente sobre el rendimiento (Martens, Vealey, et al., 1990).
En resumen, esta teoría evidencia empíricamente que tanto la ansiedad cognitiva como la ansiedad somática influyen sobre el rendimiento, pero de forma diferente. Mientras que el aumento de la ansiedad cognitiva – fuertemente relacionada con la autoconfianza provoca una disminución del rendimiento, la ansiedad somática se relaciona en forma de U invertida. Es decir, el aumento de este tipo de ansiedad aumenta el rendimiento deportivo hasta llegar a un punto óptimo en el que si sigue aumentando la ansiedad, el rendimiento comienza a disminuir (Martens, Vealey, et al., 1990).
El modelo cognitivo – motivacional – relacional de Lazarus (1991) evidencia que cuando un deportista percibe una situación como amenazante – percepción a nivel cognitivo – el organismo reacciona aumentando la ansiedad como respuesta adaptativa. Ante esta reacción el modelo propone cinco posibles correlaciones entre ansiedad y rendimiento deportivo:
- El rendimiento disminuye si:
- Los niveles de ansiedad somática y cognitiva son altos.
- Los niveles de ansiedad cognitiva son altos en disciplinas cognitivamente simples – incluso con niveles de ansiedad somática sean bajos –.
- Los niveles de ansiedad somática son altos en disciplinas cognitivamente complejas – incluso con niveles de ansiedad cognitiva bajos –.
- El rendimiento aumenta si los niveles de ansiedad somática y cognitiva son moderados.
¿Tiene sentido trabajar este tipo de aspectos menos visibles pero muy relevantes a nivel de rendimiento en la fase de preparación de un Mundial?