Nivel de activación óptimo del futbolista para maximizar su rendimiento

FC BARCELONA - BAYERN MÚNICH

Una de las primeras investigaciones experimentales del campo de la Psicología Deportiva evidenció que el rendimiento de un grupo de ciclistas aumentaba al introducir un elemento competitivo. No obstante, algunos sujetos reducían su rendimiento, lo que llevó a Triplett (1898) a estudiar las causas de esa disminución del rendimiento. Este autor detectó que aquellos ciclistas que no aumentaban su rendimiento entraban en un estado de exceso de activación que les provocaba una serie de cambios fisiológicos descontrolados. A Triplett (1898) se le atribuye el descubrimiento de la influencia que tiene el nivel de activación en el organismo sobre el rendimiento deportivo.

En los años 50, desde el Instituto Central de Investigación Científica para el Estudio de la Educación Física de Moscú, se concluye que existe un nivel de activación óptimo en el que el rendimiento es máximo. Este nivel no es estable a lo largo de la competición y varía en función de las características del deporte y del deportista (Cruz, 1997).

La teoría de la activación óptima determina la existencia del denominado nivel de activación óptimo por encima o por debajo del cual el individuo no se encuentra cómodo. De lo que se deduce la necesidad de alcanzar un nivel de activación o estimulación ideal en el que el sujeto se sienta cómodo (Korman, 1974; Weiner, 2013).

La Ley de Yerkes – Dodsan (Mikusinski, 1972) establece una relación entre nivel de activación y rendimiento de tal forma que el rendimiento aumenta si el nivel de activación es adecuado para una situación concreta. Por lo tanto, no existe un único nivel de activación óptimo sino tantos como situaciones concretas se den. Por ejemplo, el nivel de activación óptimo para los jugadores de fútbol durante un partido será más elevado que cuando estén estirando después del partido. Ambas situaciones requieren niveles óptimos de activación de distinta intensidad para alcanzar el máximo rendimiento en cada situación – jugar el partido, estirar – (Lahey, 1999). Incluso dentro de un mismo partido se requerirán distintos niveles de activación óptima en función de la situación del juego. Por ejemplo, si somos un defensa central que se queda marcando al delantero rival en la zona central del campo y el juego está en la frontal del área rival, el nivel de activación óptimo para ese central será mucho menor que si de repente, el equipo pierde el balón y un jugador rival envía un pase largo a la zona en la que se encuentra el central y su marca. En ese instante, el nivel de activación óptimo deberá ser más alto. No obstante, conviene volver a recordar que estos niveles de activación óptimo tienen un alto componente individual o personal. Es decir, hay jugadores que en igualdad de contextos y situaciones competitivas tienen unos niveles de activaciones óptimas más altos o bajos que otros jugadores.

Los efectos de la activación sobre la consecución de la excelencia deportiva están relacionados con la influencia que esta tiene sobre la coordinación motriz, el grado de tensión muscular, la concentración y la atención del deportista (Navarro Guzmán, Amar y González Ferreras, 1995). Existe un nivel de activación óptimo definido como aquel estado de excitación que permite al deportista rendir al máximo de sus posibilidades. Tanto por encima como por debajo de este nivel óptimo, el rendimiento del deportista será menor (Tabernero y Márquez, 1994). Mayoritariamente se asocia la ansiedad como un estado de activación por encima del nivel óptimo. Pero como ya hemos mencionado, este nivel ideal de activación no solo varía para cada deportista, sino que puede ser diferente en un mismo individuo en función de la situación en la que se encuentre. Si el deportista es capaz de encontrar por sí mismo el nivel óptimo de activación en cada situación, conseguirá una ventaja competitiva que le acercará a la consecución de la excelencia deportiva (Buceta, 1998).

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