El entrenador debe conseguir que sus jugadores salgan de la zona de confort en cada entrenamiento o partido. La tendencia del futbolista es moverse en esa zona de confort, sobre todo cuando determinados factores externos como tener miedo a lesionarse, participar con su selección en un campeonato internacional o llegar en conducciones óptimas para disputar un partido concreto de gran repercusión mediática, entre otros; le hacen, de forma más o menos consciente, no correr riesgos. La comodidad y la seguridad son sensaciones placenteras que alimentan la parte hedonista del individuo. El futbolista tiende a moverse “como pez en el agua” en entornos en los que se siente cómodo al tener todo “bajo control” sin correr riesgos innecesarios. Pero en la zona de confort no se mejora, no hay progreso, no hay cambio, no hay evolución. Permanecer en esta zona es sinónimo de acomodarse, «vivir de la rentas», no adaptarse al cambio ni afrontar las exigencias, en ocasiones muy altas, del entrenamiento o competición.
El entrenamiento diario debe situar al jugador como mínimo en la zona de aprendizaje. El entrenador debe romper con la monotonía y mediante una metodología integrada, diseñar las tareas que sitúen al jugador en esa zona de aprendizaje. Este proceso implica necesariamente un aumento de las competencias del futbolista. No puede consistir en la simple ejecución mecánica de tareas técnico – tácticas con un grado de dificultad monótono. Es decir, para que haya aprendizaje, el jugador debe terminar cada sesión de entrenamiento adquiriendo competencias que no tenía al inicio. En caso contrario, el aprendizaje ha fallado o se ha estancado.
El entrenamiento de calidad, no obstante, consiste en situar al jugador en la zona de pánico o zona mágica. Esta zona es única y se encuentra más allá de la zona convencional de aprendizaje. El jugador estará en su zona mágica cuando sea capaz de adoptar una aptitud creativa, se atreva a innovar fuera de las zonas de confort y aprendizaje. Para conseguirlo no solo bastará con la aptitud mencionada, el jugador también deberá adoptar una actitud competitiva. Por el contrario, sí sale de dichas zonas y fracasa, hablaremos de zona de pánico. En esta zona de pánico, el miedo al error o lesión y la falta de confianza provocan frustración al fracasar en el reto incluso antes de afrontarlo. Sería una especie de profecía autocumplida por falta de capacidad, confianza o actitud. La falta de capacidad estaría más del lado de la correcta planificación de entrenamientos, mientras que la confianza o actitud depende de aspectos psicológicos más relacionados con el jugador. Lo que no quiere decir que el cuerpo técnico también deba proporcionar herramientas útiles al jugador para la mejora de estos aspectos psicológicos o actitudinales.
¿De qué va a depender que la zona mágica se convierta en zona de pánico? Sencillamente de que el jugador tenga las herramientas necesarias para poder superar el reto propuesto por el cuerpo técnico en los entrenamientos o la exigencia competitiva en los partidos. Si en cada sesión de entrenamiento se plantean retos ambiciosos y alcanzables, estaremos brindando a nuestros jugadores la oportunidad de resolverlos de forma autónoma y creativa. Este resultado favorable ante un reto difícil propiciará un aumento de la autoconfianza. El éxito en la tarea motivará a su vez al jugador para enfrentarse a nuevos retos cada vez más complejos tanto en la semana de entrenamientos como en el día del partido. Estos retos seguirían situándose en la zona mágica. Además, si en un reto concreto el jugador falla, no pasa nada, solo tiene que volver a su zona de confort para recoger las herramientas que seguramente posee y volver a intentarlo. Si no encuentra dichas herramientas, deberá transitar por su zona de aprendizaje o entrenamiento hasta adquirirlas. Una vez logrado, ya solo le queda esperar a que en los entrenamientos o en la propia competición vuelva a surgir la oportunidad de saltar a la zona mágica y superar el reto por tener, ahora sí, las herramientas necesarias (habilidad técnico-táctica, condición física, actitud y confianza, entre otras). El principal proveedor de estas herramientas debe ser el entrenador y el resto del cuerpo técnico. Y para ello debe basar sus tareas de entrenamiento en la metodología de resolución de problemas simulando situaciones reales del juego competitivo. De esta forma, el jugador se convierte en el verdadero protagonista del proceso de aprendizaje al resolver de forma autónoma los problemas que vayan surgiendo durante la ejecución de tareas integradas de entrenamiento. Todo ello le permitirá salir de su zona de confort y transitar en la zona mágica durante todo el partido.