
LÓPEZ DEL CAMPO, Roberto.
En la planificación el futuro debe primar sobre el presente. Pero no siempre es así. La tiranía de la inmediatez hace que el margen para esperar los resultados sea escaso. Todo tiene que ser aquí y ahora. Un presente imperioso que olvida la proyección futura. Los resultados imponen su ley.
El futuro va desde el partido recién jugado al próximo partido. Dependiendo del marcador, el margen de futuro podrá ampliarse hasta el siguiente encuentro. Así sucesivamente, partido a partido. El próximo partido y su resultado siempre es el nuevo horizonte de futuro. No hay más allá del resultado del próximo partido.
El pasado, último partido jugado y el presente, sesión de entrenamiento de hoy, es rápidamente devorado por el futuro, próximo partido. Hay que olvidarse rápidamente de lo ocurrido porque lo que prima es el siguiente rival. La victoria o la derrota marca claramente el futuro. Se pasa de héroe a villano con solo 3 puntos. No hay tiempo para el necesario reposo, reflexión, aprendizaje… No hay tiempo para planificar. El cortoplacismo lo invade todo. No hay tiempo para sembrar talento y esperar que florezca, que de su fruto. En este escenario de premura constante, de inmediatez semanal, cuando el talento interno no fluye, solo queda una opción: comprar talento.
Que este sea el día a día del primer equipo, no siendo lo óptimo, puede llegar a ser entendible. El problema es cuando este modelo se filtra al fútbol base. El lugar en el que el resultado debe ser algo relativamente secundario. En el que lo que debe primar es la planificación a medio y largo plazo. Un lugar en el que debe prevalecer el desarrollo integral del futbolista en todas sus facetas de la vida. Un lugar en el que se debe tener paciencia, confianza, reposo, perseverancia y un largo etcétera de cualidades y competencias que rivalizan con la urgencia del resultado.
Comprar talento no es bueno ni malo, simplemente es caro. Un modelo enfocado al resultado necesita comprar mucho talento para mantener esa necesidad de éxito constante. Un modelo dirigido al desarrollo global del jugador, quizá no coseche tantos éxitos en el corto plazo, pero no irá a buscar rápidamente fuera lo que quizá, con paciencia, se encuentre dentro. Un talento oculto que solo necesita tiempo, experiencia, oportunidades, confianza, aprendizaje… Un proceso continuo de ensaño – error, de éxito – fracaso que va forjando el carácter del futbolista, su personalidad. La confianza en sí mismo.
Para cultivar talento se necesitan buenos agricultores que sepan ver más allá del resultado, de lo inmediato, del presente. Los mejores entrenadores deben estar en la base. Entrenadores capaces de ver el potencial del jugador, sus fortalezas. No deben fijarse exclusivamente en lo futbolístico, deben adoptar una visión global que le permita ver aquellos jugadores con carácter, con capacidad de sacrificio, con inteligencia, con capacidad de aprendizaje… Jugadores que solo necesitan ser pulidos por manos expertas para mostrar lo mejor de sí mismo. Entrenadores que forjen a los futuros Mbappé, Halland, Messi, Cristiano, Neymar… Porque comprarlos en vez de formarlos solo está al alcance de muy pocos y además, sigue siendo caro, muy caro, carísimo.