Al Big Data le falta olfato

Video análisis fútbol

LÓPEZ DEL CAMPO, Roberto.

El jugador de fútbol ni solo es la agregación matemática de todas sus métricas ni todo lo que influye en su rendimiento es fácilmente medible. Podríamos establecer cuatro grandes categorías de atributos que afectan al jugador durante la competición: aspectos técnicos, tácticos, físicos y psicológicos. El tracking o seguimiento del jugador por el campo permite medir todo aquello que tiene que ver con los aspectos físicos o condicionales: distancia recorrida a distintas intensidades, velocidades, aceleraciones, número de sprits… Un largo número de parámetros que calculan el rendimiento físico que el jugador ha desplegado durante los 90 minutos. Nos puede decir, por ejemplo, que la velocidad máxima que ha alcanzado un jugador determinado es de 33 Km/h. Un dato que sin contexto no deja de ser un simple número. Imaginemos que ese esfuerzo lo ha realizado para desplazarse desde la frontal del área hasta el banderín de córner para unirse a la celebración del gol que acaba de conseguir su equipo.

El eventing o anotación subjetiva de eventos se encarga de medir el rendimiento técnico-táctico: pases, remates, recuperaciones de balón, pérdidas, centros al área… Una ingente cantidad de acciones con multitud de calificadores que muestra una radiografía exacta de todo lo que hace el futbolista desde que el árbitro pita el inicio hasta que se agota el tiempo reglamentario. Nos dirá, por ejemplo, que el central A ha perdido solo 3 balones, mientras que el central B ha perdido 11 balones. Nuevamente, si nos quedamos solo en el dato descontextualizado, no nos aportará mucho valor. ¿Sería útil para nuestro análisis saber que de los 3 balones que ha perdido el central A, uno ha finalizado en gol en contra y los dos restantes han sido el origen de dos contraataques del rival? Si además profundizamos en el dato estadístico de su compañero de demarcación y observamos que las 11 pérdidas han sido en campo contrario con el equipo replegado; quizá nuestra primera impresión sobre quién de los dos centrales ha tenido un mejor rendimiento cambie considerablemente.

Hasta ahora hemos hablado de 3 de los 4 aspectos que influyen en el rendimiento individual del futbolista. ¿Qué hay del cuarto factor? ¿Se puede medir fácilmente? Entramos en una de las principales limitaciones con las que se encuentra el analista a la hora de valorar el rendimiento individual de un jugador. ¿Cómo medir los factores psicológicos que condicionan el comportamiento del deportista? No entraremos en el debate sobre qué peso tiene este aspecto con relación a los otros tres. Basta con recordar aquellos partidos en los que un equipo de la máxima categoría es eliminado en la Copa del Rey por un equipo de 2ªB o Tercera. Si cogiéramos una a una las estadísticas de rendimiento de los once jugadores de campo, las metiéramos en una coctelera y con técnicas de BI & Analytics intentáramos prever el resultado, muy pocos modelos darían al equipo de categoría inferior como ganador. Este sería un ejemplo extremo en el que se evidenciaría que no todo es técnico, táctico o físico. Existen otros factores como la motivación, actitud cooperativa, cohesión grupal, inteligencia emocional, autoconfianza… que hacen posible lo estadísticamente imposible.

El futbolista es persona antes que deportista y como tal, nada de lo humano le es ajeno. No está formado por departamentos estancos: técnico, táctico, físico y psicológico. Más bien, todo lo contrario. La interacción constante, caótica y compleja de todos los aspectos mencionados influyen sobre el rendimiento individual del jugador. Si los entrenadores, analistas, directores deportivos… para tomar decisiones solo tienen en cuenta los resultados de las técnicas de analítica avanzada de indicadores de rendimiento provenientes de datos de tracking y eventing, estarán dejando fuera una parte importante del todo. Ante la imposibilidad de abordar lo complejo es lógico y necesario abordar las partes por separado, pero no es suficiente. Es en este momento, tras un minucioso análisis pormenorizado de toda la información, donde adquiere valor el conocimiento experto entendido como olfato, intuición, corazonada… Un conocimiento inconsciente fruto de años de experiencias, de vivencias a pie de campo, de talento innato… que permite a su poseedor, mediante la observación, pensamiento, reflexión, razonamiento… ver lo que otros no ven. El olfato es algo que se tiene o no se tiene. Es algo que nace de la pasión temprana por un deporte. Es el don de observar detalles relevantes que para la mayoría pasan desapercibidos. Probablemente si preguntáramos a Messi después de irse de cinco rivales y meter un gol por la escuadra ¿cómo lo has hecho? No sabría qué contestar. De la misma forma que un ojeador puede intuir que este u otro chaval llegará a ser una gran estrella solo viéndole jugar un partido. Si años después le preguntáramos ¿cómo lo supiste? Diría: “no lo sé, simplemente lo supe”.

Esto no quiere decir que un analista con olfato viva de espaldas a la información que le proporciona el resto de variables descriptivas o predictivas del rendimiento. Esto sería un grave error. El escenario ideal consistiría en poner a prueba su intuición con el mayor número de información relevante que estuviera a su disposición. Una discusión permanente entre la percepción, siempre subjetiva, y la objetividad de los datos. Un análisis equilibrado entre lo cuantitativo y lo cualitativo, entre lo predictivo y el olfato. Solo desde esta perspectiva se podrá dar una respuesta óptima a la complejidad del fútbol, o lo que os lo mismo, a la complejidad del ser humano. De momento, los algoritmos siguen sin tener olfato.