LÓPEZ DEL CAMPO, Roberto.
Un equipo no es la simple suma de sus jugadores. Es algo más, mucho más si conseguimos:
- Que adquiera una identidad propia.
- Que todos se muevan al unísono, como partes de un mismo ente perfectamente coordinado.
- Que cada elemento anteponga el interés grupal a su lícito interés individual.
- Que todos se consideren partes importantes del equipo – sentimiento de pertenencia –.
- Que se construya un clima de confianza en donde todos se ayuden mutuamente y los reproches se transformen en coberturas.
A diferencia de un autómata que se limita a actuar de forma mecánica en función de la programación preestablecida, el comportamiento humano cuenta con una ventaja competitiva: la percepción global del resultado de sus acciones.
Para poder alcanzar la inteligencia colaborativa los jugadores deben estar dotados de autonomía y consciencia en la toma de decisiones. La percepción global del resultado de sus acciones debe ser personal y no debe estar condicionada por la visión única del entrenador.
Si todo está en orden y funciona al unísono, el equipo estará perfectamente engranado y la inteligencia colaborativa campará a sus anchas. La función del entrenador se centrará en configurar la acción de cada jugador dentro de la configuración del equipo, fomentando su autonomía decisional.
Cada futbolista debe descifrar continuamente como se está desarrollando el juego mediante la observación de un conjunto de señales que deberá interpretar de forma acertada.
Encajar en el equipo, entendiendo a este como un mecanismo global con identidad propia, depende de dos niveles:
- Técnico-táctico.
- Emocional, que consiste en sentirse como parte integrante del conjunto y así poder participar en las emociones colectivas.
El nivel emocional solo se puede conseguir si se es capaz de actuar a la vez como individuo y como parte de un organismo superior, el equipo.
El valor de la consciencia reside en que permite al jugador inventar soluciones nuevas a problemas complejos. Toda innovación y creatividad requiere consciencia. El fútbol nace del cerebro, no de los pies.