LÓPEZ DEL CAMPO, Roberto.
La derrota enseña, la victoria engaña. Se creía que lo sabía todo, figúrense lo tonto que era. Solo hay una forma de aprender cómo no hay que hacer algo y es equivocándose. Esta premisa está grabada a fuego en el carácter de los jugadores ganadores. Cuando un jugador se cree el mejor del mundo, en ese mismo momento, de estar en lo cierto, deja de serlo.
La resiliencia, entendida como la capacidad de superar situaciones adversas como un marcador desfavorable, se relaciona más con el fracaso que con el éxito. El fallo forja al deportista con resiliencia, fracaso a fracaso se hace más fuerte. Cada revés le acerca más al éxito. Siempre y cuando se den las siguientes condiciones:
- Poseer autoconocimiento de sus fortalezas y debilidades. Lo que evita la frustración del “tonto motivado” que se salta cuatro escalones para llegar a la cima.
- Que cada infortunio le cambie, ya no vuelve a ser el mismo. Renace y sigue adelante. Su objetivo ya está más cerca.
- No sabe cuántos intentos le llevará conseguirlo, solo está seguro de que terminará alcanzándolo.
- Ven cada error como una nueva oportunidad para superarse. Respetan el duelo pero ansían volver a enfrentarse a sus límites sin perder la objetividad.
- Tienen conciencia plena de cada momento. Viven en el presente. El pasado ya no existe, por lo que de nada sirve anclarse en tiempos remotos y el futuro tampoco es real, porque está por llegar. Solo vale el ahora y no lo desaprovechan.
- Controlan sus emociones en vez de las situaciones. Saben que no se puede controlar todos los aspectos de la competición porque no depende solo de ellos.
- Están en una continua adaptación al cambio. Se mimetizan con el entorno para alcanzar sus metas, que también son flexibles.
- Siempre afrontan la dificultad con una sonrisa. Saben reírse de sí mismos, lo que le permite reírse de la adversidad.
- Saben trabajar en equipo. Son generosos con el esfuerzo de los demás y sacrifican su protagonismo al bien común.