LÓPEZ DEL CAMPO, Roberto.
El conocido lema de una marca de ropa deportiva: “Impossible is nothing” contiene una idea equívoca que puede distorsionar la realidad del deporte. Nos referimos a la idea de que el deportista no tiene límites. Que sus únicos límites los marca él mismo.
Pero el deportista, como ser humano que es, sí tiene límites. Límites técnicos, tácticos, físicos y psicológicos. Límites, en definitiva, propios de la naturaleza humana. Reconocer esta limitación magnifica el mérito de superarse, de desplazar ese límite hacia la utópica idea de perfección.
Situar al deportista dentro de sus límites es simplemente reflejar la imagen fiel de una realidad que en ocasiones se pretende distorsionar con mensajes grandilocuentes que calan en lo más hondo del individuo: “querer es poder”.
Si no reconocemos los límites abocamos a nuestros deportistas a la renuncia de la mejora. Una mejora que nunca tiene fin porque alcanzar la perfección es simplemente incompatible con la naturaleza humana. Entrenar contiene implícitamente esta realidad, de lo contrario, carecería de sentido. Entrenar, en consecuencia, es humanizar el deporte.
La calidad de este entrenamiento “humanizante” dependerá en gran medida del reconocimiento y posterior descubrimiento de las debilidades. Trabajar esas debilidades, límites en definitiva, es el objetivo principal que persigue todo entrenamiento.
Expresiones como las del jugador del Bayer de Munich, exjugador del Real Madrid, Xabi Alonso, en relación a la previa de la eliminatoria de la Champions League: “He vivido dentro del Real Madrid la sensación de que puedes conseguir cualquier cosa”, van en la línea de enmascarar los límites. En el partido que enfrenta esta tarde al Real Madrid contra el Wolfsburgo pueden ganar cualquiera de los dos equipos. Lo único seguro es que durante la competición se evidenciarán multitud de límites que ambos entrenadores deberán detectar e intentar paliar en la medida de lo posible con decisiones estratégicas en el corto (partido) y largo plazo (entrenamientos). Ganará aquel equipo que, siendo consciente de los límites propios y ajenos, mejor juegue sus cartas.