LÓPEZ DEL CAMPO, Roberto.
El primer modelo teórico que relaciona la activación con el rendimiento deportivo es el Modelo del Impulso de Hull (1952), desarrollado posteriormente por su discípulo Spence (1956). Esta teoría supone la primera interpretación empíricamente demostrable de la motivación. El modelo se basa en un concepto básico: el impulso. Este concepto es considerado como una variable motivacional. Entre las características más importantes de este impulso se encuentran: su interdependencia con los estados fisiológicos, que constituyen las condiciones básicas para su aparición; su capacidad de modificar la conducta; su independencia respecto a la costumbre; y su poder reforzador. El modelo señala diferencias individuales respecto a la fuerza de un mismo impulso (Hull, 1943, 1952; Spence, 1956).
La teoría del impulso establece una relación directamente proporcional entre el aumento de la activación mediante el impulso y el rendimiento deportivo; siempre y cuando el deportista sea experto en la tarea o la tarea sea fácil (Gould y Krane, 1992).
El modelo del impulso de Hull (1943) no establecía la existencia de un nivel óptimo de activación, ni consideraba los efectos negativos de un exceso de activación. Sin embargo, el modelo teórico propuesto por Yerkes y Dodson (1908) establece una relación directamente proporcional entre activación y rendimiento deportivo hasta llegar a un nivel determinado – denominado punto óptimo – sobrepasado el cual, la relación es inversamente proporcional. Es decir, a mayor activación menor rendimiento.
No obstante, la principal crítica a este modelo de nivel óptimo de activación se centra en considerar que cada deportista tiene su propio nivel óptimo. Este índice individual se calcularía en base a las características intrapersonales del sujeto y a la idiosincrasia del deporte que practica (Whelan, Epkins y Meyers, 1990).