LÓPEZ DEL CAMPO, Roberto.
Jugar al fútbol significa crear una infinidad de acciones corporales para indicar a su vez otras acciones que otros tendrán que crear de forma coordinada. El futbolista crea señales que deben ser percibidas correctamente por los demás compañeros. Una metodología adecuada de entrenamiento puede favorecer el conocimiento mutuo de los distintos jugadores del equipo, que se verá reflejado necesariamente en
una mayor inteligencia colectiva. De esta forma, los jugadores de un mismo equipo intentarán crear señales claras que le permitan asociarse con sus compañeros y que sean indescifrables para el rival. Si el equipo
oponente descifra estas señales, es muy probable que pueda anticiparse y neutralizar las acciones técnico – tácticas (Coca, 2003).
Las metodologías integradas permiten el aprendizaje de este tipo de señales – procesamiento de la información – y favorecen la creación de una red de relaciones entre los distintos miembros del equipo que permite que la acción de todos converja en la estrategia colectiva. Este es el modelo, por ejemplo, en el que se basa el posicionamiento en zona (Benítez & Aiesterán, 2003). El fútbol nace del cerebro, no de los pies. En la defensa en zona el jugador tiene que pensar. En el marcaje hombre a hombre, lo que manda es la fuerza o habilidad individual; en el marcaje en zona, es la inteligencia la que prevalece (Martín Acero & Lago, 2005).
(Extractos del libro: «Entrenamiento Psicológico Integrado de Fútbol«)
La excesiva personalización que los medios de comunicación suelen hacer en los jugadores más mediáticos de los equipos: «Deslumbrante SuperKross» puede llevarnos al error de pensar que el fútbol es un deporte de individualidades. El juego en equipo no suele ser noticia, pero sin duda, la consecución de la Supercopa de Europa 2014 por parte del Real Madrid es fruto de la inteligencia colectiva de sus jugadores, Con creatividad y talento, los once integrantes del equipo supieron asociarse mediante señales que el rival no consiguió descifrar, al menos en dos ocasiones. El título conseguido no es achacable únicamente a la dirección del alemán Kross, ni siquiera a los dos goles de Cristiano Ronaldo. Tanto Kross como Ronaldo estuvieron rodeados de nueve compañeros que realizaron su trabajo, quizá menos vistoso, pero con solvencia. Todos ellos interelacionaron entre sí para neutralizar el juego ofensivo del rival y poder sorprender con un juego colectivo que siempre finaliza un único jugador, en este caso CR7, pero que viene precedido de una acción técnico-táctica en la que intervienen otros compañeros.