LÓPEZ DEL CAMPO, Roberto.

A diferencia de los robots que se limitan a actuar de forma mecánica en función de la programación que se les haya dado, el comportamiento humano cuenta con una ventaja competitiva: la percepción global del resultado de su acción (Noubel, 2004).

Métodos analíticos de mando directo en el que el entrenador indica a sus jugadores lo que tienen que hacer solo consiguen que estos mecanicen la toma de decisiones. Esta mecanización puede dar una falsa apariencia de inteligencia colectiva. Pero no es así, el jugador en estos casos solo responde a comportamientos básicos programados por el entrenador. El resultado global es similar en apariencia al que se obtendría si hubiera consciencia. Pero en realidad no hay inteligencia porque el jugador no conoce el propósito de la acción, sino que se limita a hacer lo que le han dicho que haga. El jugador no sabe por qué lo hace, no ha deducido por sí mismo que la decisión adoptada es la mejor, por lo que será más difícil que en situaciones similares identifique que una decisión parecida puede llegar a ser igual de buena (Benítez & Aiesterán, 2003).

(Extractos del libro: «Entrenamiento Psicológico Integrado de Fútbol«).

Las individualidades tienen cabida en un trabajo en equipo como una solución más para sorprender al rival. Mantener la incertidumbre de lo que nuestro equipo va a hacer es fundamental. De lo contrario, el juego se convierte en previsible y la capacidad de sorpresa desaparece. Por este motivo, optar por acciones individuales no solo es compatible con el juego en equipo sino que es necesario para sorprender al rival. El problema surge cuando se pierde la percepción global del resultado de las acciones individuales y se convierten en el único recurso del equipo. En este caso, el rival lo tiene fácil. El Barcelona de Guardiola y posteriormente de Tito Vilanova, manejaban a la perfección esta combinación de juego individual de Messi con el juego colectivo del conjunto. Es lo que se podría denominar como un Messi colectivo.