LÓPEZ DEL CAMPO, Roberto.
Cuando preguntamos a un jugador cómo le gustaría que fuera su futuro, lo normal es que conteste que no lo sabe. Sabrá decirnos lo que le gusta y no le gusta del presente. Y si lo piensa, también nos dirá lo que le ha gustado y no le ha gustado en el pasado. Pero cuando se trata del futuro, la incógnita invadirá su existencia.
Esta ignorancia sobre el rumbo a seguir proviene de la educación inculcada en el pasado. Una formación sustentada en conocimientos abstractos cuya aplicabilidad a la realidad desconoce. No se le enseña a pensar por sí mismo ni mucho menos confiar en sí mismo. Esta actitud es tildada de revolucionaria.
El jugador ha crecido con mensajes como trabaja duro, sacrifícate y acepta tu destino. La autoridad necesita sumisión para mantener el orden establecido. La creatividad se convierte en un lujo inalcanzable. Soñar despierto no está bien visto.
El entrenador debe romper esta tendencia y provocar la rebelión de sus jugadores. Debe acompañarles en el camino que ellos mismos elijan. Ayudarles a descubrir qué es lo que quieren, cómo quieren verse en un futuro. Asesorarles en la redacción del guion de su vida. En definitiva, enseñarles a confiar en sí mismos, enseñarles a soñar. Demostrarles que con trabajo y sacrificio se puede materializar su sueño sin tener que conformarse con el destino que otros han elegido para ellos. Todo depende de lo que crean que pueden conseguir.