El futbolista es antes persona que deportista. Este axioma debe estar presente en todas y cada una de las tareas de entrenamiento. El director de equipos lidera un grupo de personas que persiguen un fin deportivo común. Una de las principales labores del entrenador como líder es velar para que este humanismo esté presente en todas y cada una de los momentos del entrenamiento.
El razonamiento es la principal herramienta de trabajo entre entrenador y jugadores. No hay imposiciones, todo debe hablarse. El jugador debe tener la sensación de que su opinión importa y que puede aportar ideas para mejorar colectivamente. La última palabra la tendrá el entrenador, pero debe fomentar la opinión crítica de sus jugadores.
El jugador como persona es el protagonista principal del entrenamiento. El entrenador debe tratar a sus jugadores como sujetos activos y no como meros sujetos pasivos a los que solo se les dice lo que tienen que hacer. Este trato individual genera problemas de gestión y control del grupo ya que todos pueden y deben interactuar de forma activa. Tratar al jugador como un ente pasivo facilita el control del grupo, pero deshumaniza al individuo. La formación integral del jugador debe estar por encima de la comodidad de control del entrenador.