Hechos y no palabras, el antídoto contra la falsedad

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LÓPEZ DEL CAMPO, Roberto.

Dentro de un vestuario no siempre los intereses personales pueden convivir en paz y armonía. Es entonces cuando la falsedad florece y surgen las estrategias, tergiversaciones y manipulaciones interpersonales. En vez de decir directamente al compañero lo que nos ha ofendido, le seguimos sonriendo mientras  intentemos buscar aliados ante los que nos convertimos en  falsas víctimas de la injusticia. ¿Cómo dilucidar entonces si lo que nos cuentan refleja la imagen fiel de la realidad? Muy sencillo, basta con juzgar a cada cual por sus hechos, no por sus palabras, sin prejuicios y sin dejarnos influir por terceros. Es muy fácil hablar, hablar y hablar. Se nos llena la boca de valores, principios, integridad, dignidad. La persona falsa tiene muchos principios, tantos como quieran los demás. Si no les gustan unos, no pasa nada, tiene otros. ¡Será por principios! Y encima se permite el lujo de sermonear,  juzgar al prójimo difamando y siendo fuerte con el débil y débil con el fuerte.

Pues bien, el antídoto ante la falsedad ajena es valorar a cada cual por sus actos y no por sus palabras. Intentar recordar cómo se ha comportado aquel de quien nos hablan en determinados momentos. Recordad si ha estado ahí cuando los demás le han necesitado,  si ha denunciado lo injusto y ha actuado en consecuencia, si ha sido generoso,  si a la hora de tomar una decisión ha sido coherente y consecuente con lo que ha predicado previamente… Es decir, hechos y no palabras. Solo así seremos capaces de desenmascarar la falsedad y no ser utilizados al servicio de otros.

Cuando un entrenador deja que la falsedad se extienda por el vestuario, o la practica él mismo, el equipo está abocado al fracaso. No hay mayor indignación que descubrir la falsedad en alguien en quien has confiado. Y el problema es que el daño es doble, la desconfianza en esa persona que te ha fallado y por ende, como mecanismo de autodefensa, la desconfianza generalizada a todo grupo. En este punto, el daño es irreparable y la cohesión y cooperación se diluirán entre la hipocresía reinante.