LÓPEZ DEL CAMPO, Roberto.
En la competición decidirse es capital y lamentablemente hay jugadores que no se atreven a tomar la iniciativa. Esta tendencia se observa sobre todo en situaciones adversas en las que el equipo necesita más que nunca decisiones atrevidas.
Competir no es lo mismo que jugar. En el profesionalismo el entrenador debe exigir a sus jugadores que tomen decisiones, con independencia de que se equivoquen o no. Obviamente el entrenador y el resto de compañeros van a preferir que las decisiones sean las acertadas. Pero la realidad competitiva nos evidencia que de cada 10 decisiones, en el mejor de los casos 5 son acertadas y 5 son erróneas. El talento y la autoconfianza que el jugador tenga va hacer que este porcentaje del 50% sea mayor o menor. Pero lo que el entrenador no debe permitir es que un jugador, por miedo a equivocarse, no tome decisiones.
La competición exige un compromiso de las decisiones. No se puede dejar que sean otros los que decidan por nosotros. El talento se demuestra a la hora de tomar decisiones que resuelvan los problemas complejos que la competición plantea de forma continua.
A la hora de tomar las decisiones tenemos que tener en cuenta las siguientes variables:
- Espacio, entendiendo el lugar del campo en el que nos encontramos. En función de estar en un sitio u otro la decisión a tomar varía.
- Tiempo. En su doble vertiente, el tiempo que queda para finalizar el partido y el tiempo del que dispongo para tomar la decisión. Evidentemente, a menor tiempo disponible mayor dificultad tendrá tomar la decisión acertada.
- Balón. El jugador tiene que tomar decisiones cuando tiene el balón y cuando no lo tiene. Además, el lugar en el que se encuentre el balón y el perfil del jugador que lo tenga también condicionará la óptima decisión a adoptar.
- Porterías. El objetivo principal de fútbol es meter gol en la portería del rival y mantener nuestra portería a cero. Por lo tanto, la portería tiene un papel clave en el fútbol y por ende en las decisiones que el futbolista tiene que tomar.
- Los compañeros. El jugador debe tomar las decisiones en función de sus compañeros. El fútbol es un deporte colectivo en el que la cooperación y la identidad grupal exige que la toma de decisiones se realice en beneficio del bien común del equipo. El egoísmo del futbolista, que quiere destacar respecto al resto del equipo, puede provocar que este tome una decisión errónea. Aunque en situaciones concretas decisiones individuales pueden ser las más acertadas siempre y cuando busquen el beneficio grupal.
- Los rivales. La competición implica oposición. Esta oposición va a condicionar las decisiones que el futbolista debe tomar. Uno de los objetivos del adversario consiste en provocar decisiones erróneas del contrario. Determinados jugadores tienen serios problemas para mantener su capacidad de decidir en situaciones de oposición. Para mejorar la toma de decisiones con oposición es fundamental que se siga la metodología de entrenamiento integral o integrado en el que la oposición se incluye dentro de todas las tareas.